Escribí este texto sentada en un café precioso de Estocolmo, sola, mientras mi pareja y mi hijo pasaban un rato en un parque. Fue un viaje que me impactó a nivel reflexivo porque había muchas cosas interesantes acerca de la crianza, de la familia y de cómo se organizan allí que me tocaban profundamente como mujer y como madre.
Estoy en Estocolmo con mi familia. A pesar de que es primavera hemos venido con las maletas llenas de ropa de abrigo porque imaginábamos que aquí aún haría frío. Por el contrario nos encontramos con un calor excesivo para nuestras camisetas de manga larga y jerséis de lana. Paseamos por la ciudad de la mano de una pareja amiga: hace solo unos meses que viven aquí y acaban de firmar el alquiler de un piso para quedarse al menos dos años. Él trabaja en una empresa y nos cuenta curiosidades sobre los suecos que ha ido descubriendo estos meses: cómo funciona en Suecia el mercado inmobiliario, cómo gestiona el estado la venta de bebidas alcohólicas, cómo son las bajas por el nacimiento de hijos… Y yo ya me quedo ahí toda la semana, divagando acerca de la maternidad.
En Suecia las bajas después de tener un hijo/a son de 20 meses (creo que es un poco menos) de los cuales 3 son obligatorios para el padre. El resto puede repartirse como se quiera y hasta que las criaturas cumplan los 12 años. Se pueden coger repartidas o como reducción de jornada. Las guarderías no admiten niños de menos de un año. En el trabajo existe una flexibilidad horaria de 3 horas, tú eliges a que hora entrar en función de las necesidades familiares. Si tu hija está enferma no tienes que acudir a tu puesto de trabajo, sin son periodos de menos de una semana no es necesario justificante. Nadie te mira mal por quedarte en casa con tu criatura, al contrario, existe cierto sentimiento de orgullo nacional al respecto.
Me invadía la sensación de que esto era una clave importante y no salía de mi mente la palabra corresponsabilidad. Cómo al poner en valor la infancia, los niños y las niñas, los hijos y las hijas podemos entonces asumir una nueva responsabilidad como sociedad. Asumir la responsabilidad de un hijo en lugar de cedérsela al estado. O desde el otro lado: proporcionar las herramientas para que los padres y madres puedan asumir la responsabilidad de las criaturas sin tener que cedérsela a otros para que se hagan cargo de ellas.
No podía dejar de pensar en el papel importante que juega el estado en el feminismo… Si das las facilidades para que los padres y madres se hagan cargo de sus hijos permites también poner en valor los cuidados. Y por ende, poner en valor a la mujer, que es la que mayoritariamente se ha hecho cargo de los cuidados a lo largo de la historia. Pensaba en lo valioso que es que el hombre (freelance, artista, maestro, cajero, ejecutivo…), el padre, se ocupe del cuidado de los hijos sin ir a trabajar ni tenerlo como excusa o impedimento, teniendo que asumir el timón del hogar. Descubriendo las dificultades ocultas en la cotidianidad de aquello a lo que se suele tildar de banal: quedarse en casa con las criaturas. Y cómo este gran cambio podía dar paso a uno nuevo: Que la mujer, la madre, pueda elegir continuar con su faceta laboral (o no, pero al menos poder elegir) sabiendo que su hijo/a o sus hijos/as están con su padre. La tranquilidad que nos aportaría a las mujeres y la posibilidad de no perdernos tanto a nosotras mismas en esa faceta de madre que es fácil que lo abarque todo…
Al proporcionar las condiciones para que se produzca una corresponsabilidad real entre padres y madres sucede un nuevo hecho trascendental: se pone en valor el papel de madre y el papel de padre. El hombre, cede parte de su terreno personal y laboral a su nueva faceta de padre. Asumir la verdadera responsabilidad de criar y permitirnos crecer al tiempo que lo hacen los hijos y las hijas.
Imagino cómo todo esto desencadenaría una cosa tras otra. Reconocer la importancia de la corresponsabilidad real. La que trae a los hombre a la crianza y permite a las madres salir de ella (cuando quieran o lo necesiten) para no quedarnos sumergidas durante tanto tiempo que ya no sepamos volver a encontrar ni restos de la mujer que fuimos. Imagino a esos grandes ejecutivos en el parque con sus hijos un martes por la mañana, con el chorretón de leche del desayuno en la camiseta, la rabieta porque su hija/o no quiere subirse al carrito, el agobio porque va tarde de horario y no tiene la comida lista… Comprender al otro, en este caso a la otra, a las mujeres, empatizar desde el conocimiento real, desde la vivencia. Valorar mas, admirar por lograrlo, amar aún con mas fuerza.
Imagino todo esto las mañanas en los parques de Estocolmo, rodeada de padres con sus hijos e hijas, tantos hombres que es inevitable que me llame la atención. Y empatizo con ellos, con las dificultades que vivirán en sus casas cada mañana, solos mientras sus mujeres salen al trabajo, con la soledad que se siente cuando nos desbordan los hijos, con la dualidad abrumadora del que ama tanto que a veces se ahoga.
*Os invito a pasaros por la web para saber más de «La otra orilla» el Grupo de Mapaternidad online que empezamos a partir de enero. Lo acompañaremos mi amigo Adrián y yo, serán dos grupos paralelos, uno de madres y uno de padres, que se juntan algunas reuniones para intercambiar miradas y puntos de vista. Un espacio para crecer juntas y juntos alrededor de la crianza de nuestras criaturas. Para más información hola@espaciovivet.com
*Este post no pretende ser un análisis detallado y específico sobre las regulaciones suecas en torno a los permisos de mapaternidad, los datos son recogidos de conversaciones informales. Es un post para la reflexión, más allá de las cifras concretas.